El Ney (flauta) que se menciona en los relatos de Rumi, representa, de hecho, al hombre perfecto (Insan-i Kâmil). Las distintas estaciones por las que pasa el junco desde su lecho hasta convertirse en ney, ilustra el proceso de maduración que debe seguir el ser humano; las etapas de purificación del nafs (el yo básico) y el refinamiento del corazón. De la misma forma que el ney es cortado del lecho de juncos y esa separación le produce un intenso dolor, el hombre perfecto, que llega del reino de las almas y entra en un cuerpo hecho de barro, conocido como la jaula de carne, añora su estado original. Esta añoranza conduce al ser humano a una disciplina ascética (riyâda), a la meditación (murâqaba), a la reflexión (tafakkur), al amor Divino y a las tribulaciones hasta que alcanza la madurez y la perfección.